¿Qué me Dió y Qué me Quitó?

DIEGO HIRALDO   ||   Montejaque   |   EL HACHO 42

Y ustedes dirán a qué se refiere este hombre. Todavía no se lo voy a decir, lo dejaré para unas líneas más abajo si se animan a seguir leyendo, porque todo suceso tiene consecuencias para bien y para mal, ninguna acción que ocurre es neutra, en lenguaje vulgar nunca llueve a gusto de todos, si hay sequia los agricultores estarán contentos sin embargo, al que le coja el chaparrón sin paraguas y se ponga hecho una sopa está descontento, la acción en sí es la lluvia y ésta no persigue ni fastidiarnos ni ayudarnos, solo llueve y llueve, pero en cada uno de nosotros produce un efecto distinto, porque distintos somos y distintas son nuestras circunstancias. Siguiendo con el ejemplo de la lluvia, si ésta es torrencial y produce grandes inundaciones, a la mayoría de las personas les parecerá catastrófica pues perderán sus hogares, sus coches quedaran inservibles, las cosechas se malograran…, una calamidad, pero aun así habrá gente que no lo vera tan mal, porque no tienen cultivos, porque su casa no se inundo o porque le gusta la lluvia, o porque arrasó la casa de alguien a quien no profesaba muchas simpatías (las personas somos así). En resumen, todas las cosas que ocurren nos dan o nos quitan algo y esto es variable de persona a persona.

Esto viene en relación a un correo electrónico que me mando Juan de Castro (Valdano) para ver si podía escribir algo para el próximo número de “EL Hacho”, aunque me decía que en el pueblo últimamente no hay muchas cosas buenas que contar y esto me hizo pensar qué escribir, pues mis ánimos tampoco están muy altos y así me han salido estas líneas, pero…, ¿y que tiene que ver todo esto con lo anterior?

Se lo aclaro. He pensado que todos debiéramos mirarnos a nosotros mismos y a nuestro alrededor para ver qué nos ha dado y qué nos ha quitado la COVID, a cada uno de forma personal y a nuestra sociedad. Y esto va ser como la lluvia, para unos no es para tanto, se quejan de vicio si fueron 4 gotas, para otros la riada es devastadora, esto es la grandeza y la miseria de las personas, capaces de lo mejor y de lo peor.

A mí, me ha quitado parte de mi vida que no se podrá recuperar jamás, las tertulias en los bares con los amigos, el ir al cine, a comer a un restaurante con la familia, a ir a ver los partidos de baloncesto de Unicaja… y tantas otras cosas que pude hacer y no hice. Ese tiempo perdido es irrecuperable y solo de pensarlo me hace sentir mal, muy mal, el agua entró en casa aunque no me llego al cuello, pero… y a las personas que se fueron, conocidos, amigos, familiares; ellos no pueden opinar, en esas casas el agua lo arraso todo. Esto, a nivel personal, me deja ver una sociedad profundamente enferma, donde nadie es capaz de pensar más que en sí mismo y en sus intereses, el espectáculo de los políticos, sin excepción, ha sido bochornoso, no se han puesto de acuerdo en nada, solo en decir que el otro tiene la culpa. En cuanto a las personas, pongan las noticias cada día o asómense a cualquier calle de su ciudad y vean botellones, gente sin respetar aforos, ni distancia, ni normas ni nada. Qué tristeza, qué poco duró el fervor de los aplausos y de las banderas a las 8 de la tarde.

Pero también me deja algo positivo, la fe en la ciencia ya que en poco más de un año hay vacunas, un verdadero logro por la rapidez en que se han conseguido. Y también la fe en el “Estado” como organización, que ha resistido al virus, a las malas acciones de muchísimas personas, que no son capaces de dar nada por los demás; gracias a este, ya estamos vacunados muchos ciudadanos y otros lo estarán pronto, para así poner fin a esta calamidad; aunque como con la lluvia, para otros no fue para tanto, pero para muchos ha sido y es terrible.

No quiero terminar sin dedicar este artículo al recuerdo, dentro del profundo pesar que nos embarga, a todas las personas que no están, fueren de donde fueren. Y en especial a mi amigo y excelente persona, Carlos Ernesto Escalante Alza.

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