La Cabra Montejaqueña

JACINTO CALLE GARCÍA  ||  Montejaque  | EL HACHO 42

Morfología, historia y situación actual

La cabra Montejaqueña es una raza caprina, andaluza y española, originaria de la serranía de Ronda y ahora también del par que nat ural s i er ra de graz al ema, antiguamente llamada comúnmente cabra de la Sierra de Montejaque.

Se le considera un antiguo cruce entre la población autóctona de la zona y el tronco Pirenaico, con un peso que oscila en los machos entre 60 y 80 kg. y en las hembras entre 40 y 60 kg. Sus proporciones son altas y alargadas, su perfil es subconvexo y dispone de cuernos dirigidos hacia atrás y abiertos en las puntas, presenta una gran aptitud para el apareamiento, lo que la hace muy apta para la cría y posterior explotación láctea. Presenta una aptitud relativamente mansa, sus ubres se suelen presentar de forma oval y borsiqueras, de forma abolsada y pezones recogidos hacia delante y un poco hacia fuera. Su pelaje es de capas muy variadas, teniendo cada una de el l as un rasgo particular, encontrando capas nevadas, cárdenas, berrendas, oritas, sesnegras, collalbas, bayas, coloradas y negras y rubias entre otras. Su primer desarrollo se ubicó en las sierras de Montejaque y posteriormente expandida a las sierras de otros municipios limítrofes como Villaluenga del Rosario, pueblo donde más se extendió.

Para hablar de la historia de la cabra Montejaqueña, tenemos que hablar también de las familias que, con mucho tesón y esfuerzo, empezaron a depurar las cabras que disponían en la sierra de Montejaque, Sierra de Libar, sobre todo, donde tenían que soportar con pocos medios, el clima frio árido y cambiante por la altitud, y los vientos provenientes del Atlántico, del Mediterráneo, del norte de África y del norte de España, que se diseminaban por toda la sierra.
Hombres como, Francisco García Martel, apodado Curro Cerezo, que dedicó gran parte de su vida a la cría guarda y mejora de la genética de sus cabras, y lo
continuaron también sus hijos, como Juan García Morales, apodado Juan Huye. Y también hombres como Francisco Pinos Hidalgo apodado Curro Horqueta, que se afinco en la sierra de libar, casado con Ana Amaya, con la que tuvo 7 hijos, 5 hembras y dos varones y a lo largo de su carrera de Cabrero habitó en varios cortijos de la sierra, como el Pozuelo de Montejaque, Cortijo de Libar, Mohonarto, Baldío y los Pocillos, cortijo más cercano a la fuente de libar, donde se juntan cuatro términos, Cortes de la frontera, Villaluenga del Rosario, Benaoján y Montejaque. La Historia de Curro Horqueta y sus cabras data anterior al alzamiento que originó la guerra civil española.

A principios del siglo XIX en la sierra de libar, zona conocida por su orografía  abrupta y muy árida, poco arbolada por el aprovechamiento de su arboleda para la fabricación de carbón vegetal durante la segunda revolución industrial, época en la cual tenía mucho valor este combustible que dejó la sierra desprovista y desprotegida de los grandes encinares y quejigos que la caracterizaban. De ellos sólo se salvaron las zonas más remotas por el difícil desplazamiento y transporte de tan preciada materia. Todavía podemos ver algunos de estos ejemplares, posiblemente por la negación de sus dueños en una época difícil para las familias, propietarios de fincas, aparceros y arrendatarios, de casi todas las fincas existentes en la zona; sobre todo por la falta de bellotas que era una de las principales fuentes de alimentación para los animales y el ramoneo para las épocas lluviosas, que no solían ser muy cortas.
Aunque no se sabe con exactitud si la deforestación que fue a nivel nacional, dio lugar a años de sequías consecutivas; póngase como ejemplo la sequía del 29 que fue tan fuerte que no hubo cosechas en casi todo el país, sequías que venían a agravar la situación económica que no pasaba por muy buenos momentos en dicha época y que dieron lugar a la migración de mucha gente del campo a las ciudades, con la consiguiente despoblación y dando también lugar a la crisis de los años treinta. En aquella época vivía en la sierra con su familia y sus cabras el citado cabrero, Curro Horqueta, que podríamos pensar, dicho sea como anécdota, que el apodo de Horqueta sería por su guarda constante de sus cabras con la horqueta -según su familia se debía a una caída en el campo que le produjo una mella en los dientes parecida a una horqueta-. Este hombre, cuando sus hijos tuvieron edad de trabajar, dedicó parte de su tiempo a la mejora genética de sus cabras y el aumento de ganado, lo que dio lugar, a un rebaño considerable para la época y unas cabras muy apreciadas por su adaptación a la zona y de muy buena producción láctea, abasteciendo a gran parte de sus vecinos de chivos para Machos.

Cuando estaba posiblemente en su mejor estado de explotación, saltó el alzamiento, o sea la guerra civil y sus dos hijos varones que posiblemente eran los que cuidaban del ganado, fueron llamados a filas, dejando sus cabras desatendidas y él, que su estado de salud no era muy bueno, falleció al poco tiempo a una edad prematura. Su viuda Ana Amaya, se vio en la necesidad de tener que dar a renta sus tan preciadas cabras y como disponía de un rebaño considerable, tuvo que repartir las en varias explotaciones, la mayoría del pueblo vecino de Villaluenga del Rosario, que también, dicho sea de paso pudo ser el principio del hermanamiento mantenido en el tiempo de Villaluenga con
Montejaque, pese a su distancia por carretera.
Sus dos hijos, cuando se licenciaron, recogieron gran parte de las cabras de su padre con su consiguiente aumento de cabezas por el pago de la renta. Su hijo Máximo Horqueta, con un rebaño aproximado de 200 cabezas, se quedó en Villaluenga en la finca conocida como la Mata Ruiz, en régimen de aparceros, él ponía las cabras y su trabajo y el dueño de la finca ponía las tierras y el cortijo; así duro 22 años hasta su posterior venta de las cabras. Su hijo Juan Horqueta, con un rebaño similar, al principio se quedó con su Madre y posteriormente compró la finca de Zurraque, donde estuvo hasta su jubilación. Todo esto dio lugar a la diseminación de las cabras Montejaqueñas por varias zonas, incluso se habla de la existencia de una explotación de cabras Montejaqueñas en Cataluña.
A día de hoy, en Montejaque tenemos muy pocas explotaciones de cabra Montejaqueña, y por lo tanto pocos ejemplares, porque este pueblo pasó, por aquellos entonces, a diversificar un poco su economía, pasando a otros menesteres como la fabricación y comercialización de chacinas y al cultivo del olivar entre otros. Y pueblos como Villaluenga, por su dedicación ya conocida en la producción de quesos, incrementó, más si cabe, las explotaciones de caprino, al igual que pueblos colindantes, en su gran mayoría dentro del parque natural de Grazalema; sobre todo son pequeñas explotaciones familiares en regímenes de extensivo y semi-extensivo.
Aunque no sé si por desidia de nuestra parte o por oportunismo de otra, de ser Cabra Montejaqueña ha pasado a ser denominada Payoya o Montejaqueña cuando debería ser al revés. Y mucho menos, quedar fuera del logo de cabra autóctona, cuando en realidad la ascendencia es Montejaque. Igual no debería de echar la culpa a nadie, más que a nosotros mismos que lo hemos permitido en el tiempo, pero si es molesto que perdamos algo que consiguieron nuestros antepasados con mucho trabajo, esfuerzo y tesón. A unos les sonará esto a cuento chino y a otros les será indiferente, sólo espero que les haga reflexionar y no permitan que el nombre real y autóctono de esta, por supuesto, mejorable raza, no se pierda por completo, quizá en reconocimiento a aquellos que, con tanto afán, consiguieron dejarnos una herencia que muchos han sabido aprovechar y disfrutar.
Con todo esto no quisiera levantar incordias ni ampollas, puesto que lo importante, ante todo, es el disfrute de estos animales, y mucho menos quitarles el mérito de la cuida y mejora de la raza a la asociación de dicha raza.

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